La vía rápida del millonario es el eco de un encuentro casual que tuve
hace mucho tiempo cuando era un adolescente rechoncho. Ese
encuentro despertó mi conciencia a la vía rápida; fue una resurrección
provocada por un extraño que conducía un coche mítico: un Lamborghini
Countach. En ese momento nació la vía rápida, y con ella la resolución y la
creencia de que crear riqueza no requiere cincuenta años de mediocridad
financiera (décadas de trabajo, décadas de ahorro, décadas de absurda
austeridad y décadas de rentabilidades del mercado de valores del 8 %).