Al amanecer
todo el oriente,
y los Peces velados lo escoltaban.
Me volví a la derecha atentamente,
y vi en el otro polo cuatro estrellas
que sólo vieron las primeras gentes.
Parecía que el cielo se gozara
con sus luces: ¡Oh viudo septentrión,
ya que de su visión estás privado!
Cuando por fin dejé de contemplarlos
dirigiéndome un poco al otro polo,
por donde el Carro
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