Decir que la vida es un viaje puede parecer tópico. Pero es la verdad, para quien la afronta con espíritu aventurero.
Puedes viajar lejos, o más cerca: el efecto es el mismo. Con el viaje te pones en marcha y no hay destino, solo importa el camino. Puedes desplazarte al otro extremo del mundo y, aun así, no haber viajado, si tu vida sigue arraigada en la rutina y la estrechez de tu mente. En cambio, un simple paseo puede ser la ocasión para abrirte al mundo y que tu mente quede absolutamente deslumbrada.
¿Cuál es la diferencia? La capacidad de maravillarse, el sentido del asombro. Los niños
pequeños contemplan el mundo con auténtica admiración y el mundo sacia, con creces, sus ansias de conocimiento. Viajar con niños es -para quien ame la infancia verdaderamente- una oportunidad única para rescatar nuestra adormecida
sensibilidad frente al mundo. Acompañar a los niños en su descubrimiento del mundo es la mejor forma de redescubrirlo y darnos cuenta de que es mucho mejor y más bello de lo que habitualmente creemos.
En este libro recogemos nuestras experiencias viajando con nuestros hijos de 2 y 4 años desde Tierra de Fuego a las Galápagos. Seis meses que nos ofrecieron la oportunidad de descubrir parte del mundo en familia y disfrutar juntos del viaje de la vida.