Aprender a amar es una de las tareas más complejas,
no sólo porque lo es en sí misma sino porque nadie nos
lo ha enseñado y entonces, no queda otra que
transitarlo como prueba y error.
Tendemos a creer que amar es darlo todo por y para el
otro sin reservarnos algo para nosotros mismos.
Parecería ser que está directamente relacionado el nivel
de entrega con la capacidad de amar y así de
proporcional lo es sufrir el duelo por esa pérdida.
Sentir que el mundo se derrumba ante nosotros y
encontrarnos solos ante este dolor es desesperante.
El vínculo que lo era todo para nosotros, ya no está y nos
ha quedado un espacio vacío que debemos llenar.
No supimos cuidarnos, nos entregamos sin medida y ahora
las consecuencias son devastadoras.
Nos pone frente a un conflicto entre la realidad y la realidad deseada y
sabemos que debemos trabajar para que esta disputa
no nos lastime